Innovación y relacionamiento estratégico

De la graduación al ISR: lo que nadie nos cuenta del mundo adulto

Hablar de impuestos con los jóvenes es prepararlos para la vida real. Más que números, se trata de enseñar responsabilidad, valores y conciencia ciudadana, para que el primer encuentro con la SAT no sea una multa, sino una lección bien aprendida.

Patricia Letona

6/1/20242 min read

"En este mundo no se puede estar seguro de nada, excepto de la muerte y los impuestos"

La frase, atribuida a Benjamín Franklin en 1789, me recuerda que, aunque sabemos que los impuestos son parte inevitable de la vida adulta, rara vez se enseñan —o nos los enseñan— a tiempo.

Si de verdad queremos preparar a los jóvenes para la vida, tenemos que hablarles también de los impuestos. No basta con orientarlos sobre qué carrera elegir o cómo hacer un currículum; también necesitan herramientas para enfrentar lo que viene cuando empiezan a ganar su propio dinero. Y una de esas cosas —nos guste o no— es que, tarde o temprano, tendrán que pagar impuestos.

¿Qué sentido tiene formar profesionales o emprendedores capaces de generar ingresos si no los preparamos también para comprender, gestionar y cumplir sus obligaciones fiscales? Esta falta de conocimiento puede salirnos cara, como sociedad.

Conocí a un joven que, con mucha ilusión, consiguió su primer trabajo. Le solicitaron que facturara sus servicios, así que diligentemente se inscribió como pequeño contribuyente en la plataforma de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) y luego se afilió como emisor de factura electrónica. Hasta ahí, todo bien.

Su primera decepción llegó un par de meses después, cuando recibió una alerta de omiso. No sabía que, aunque no hubiera emitido ninguna factura todavía, al estar inscrito como contribuyente y habilitado para facturar electrónicamente, tenía la obligación de presentar su declaración mensual.

Se sintió frustrado y molesto. Aún no había recibido su primer pago —que, por cierto, era menor al salario mínimo, ya que se trataba de un acuerdo por servicios— y ya debía pagar una multa. No tuvo otra opción que pagar. Así recibió su primera lección de cultura tributaria como un balde de agua fría, y aprendió que no se puede alegar ignorancia de la ley.

Hice una búsqueda rápida y encontré que la SAT tiene algunos videos educativos dirigidos a estudiantes. Sin embargo, considerando que cada año se gradúan aproximadamente 60 mil jóvenes, la mayoría de esos videos tienen menos de mil vistas. Algo no está funcionando.

Las escuelas y colegios pueden marcar la diferencia si integran estos temas en clases como innovación, emprendimiento o matemáticas aplicadas. No se trata de convertirlos en contadores, sino de enseñarles lo básico: qué es un activo o un pasivo, por qué se pagan impuestos, qué es una factura y qué ocurre si no cumplen con sus responsabilidades. Es prepararlos para un mundo real que no tendrá compasión si llegan sin saber.

Desde casa, los padres también tenemos un papel clave. A veces, todo empieza con una conversación clara y sin miedo: explicarles por qué nos descuentan del sueldo, o cómo se declara cuando uno trabaja por cuenta propia. Tal vez incluso necesitemos formarnos un poco más nosotros para poder guiarlos mejor.

Enseñar sobre impuestos no es solo un asunto económico. Es una cuestión de valores. Se trata de formar personas honestas, responsables, conscientes de que vivir en sociedad también implica contribuir, no solo exigir.

Cierro con esto:

Pagar impuestos duele, sí. Pero también significa algo positivo: estás generando ingresos. Es una señal de que estás en movimiento.